Los fines de semana de octubre estrenamos el taller, el
jardín y la casa con los cursos de hilar. Para mí fue un éxito; alumnas muy
interesadas, buen rollo, una convivencia como me había imaginado y ¡todas
aprendieron a hilar!
Hacía algo fresquito el sábado por la mañana. Subimos al
piso de arriba, donde está instalado mi taller (quedan detalles, pero ya está
operativo). Vimos vellones de distintas razas de ovejas; latxa, xalda, churra,
castellana, merina y un vellón de una raza holandesa. Comparamos las distintas
fibras, grosor, longitud, si estaban más o menos rizadas, más o menos suaves….
Limpiamos una parte de un vellón y tocó el café de media mañana. A partir de
este momento salió el sol y el resto del día desarrollamos en el jardín al
calorcito del sol.
Tocó lavar, cardar y empezamos a hilar con el huso.
Después de la comida alguna ya salió con un hilo más o menos aceptable.
Visitamos el Museo Etnográfico de San Andrés, comentando algunas piezas
interesantes que están expuestas allí.
El domingo la misma receta: Primero al taller para ver el
funcionamiento del cardador de tambor, cómo se limpia este y comparar distintas
formas de cardar. Café de media mañana y….. salió el sol. Concluimos torciendo
los hilos hilados y ….. despedida y hasta el fin de semana que viene, porque
Silvia y Maialen seguirán su aprendizaje de hilar con rueca.
El sábado siguiente se juntó Kris al grupito. El año
pasado ya hizo el curso de hilar con huso. Comentamos sobre los distintos tipos
de ruecas de pedal o máquinas de hilar: de doble correa, Irish tensión,
Scottish tensión, doble pedal, un pedal. Probamos todos los sistemas. Bajamos todas
las ruecas al jardín, porque ¡otra vez salió el sol!
El domingo continuamos, pero esta vez dentro de casa (el
sol no apareció a la hora del café). Había suma concentración. A alguna le
resultó más fácil que a otra. Pero…. todo el mundo aprende a andar en bicicleta
¿verdad? A algunos les cuesta un poco más que a otros, pero al final andamos
igual de bien. Claro que con la práctica unos andan más rápido, otros tiene más
aguante y alguno anda con las manos sueltas (aquí se acaba la comparación con
la rueca de pedal).
Las tres nuevas hilanderas se despidieron y yo me quedé
solita, recogiendo trozos de lanas, hilos por toda la casa y muy satisfecha.
Nuevos hilos hemos hilado. …..y la rueda giraba y el hilo se hilaba y la rueca
dijo “run run”……
Repetimos, dentro de poco.